jueves, 12 de abril de 2012

Que llueva, que llueva

Fernando Neira. El País - 12/04/12

Sí. Tendría que llover a cántaros. No ese goteo pudoroso, de abriles dislocados por la climatología, que nos recibía anoche por la calle Alcalá. Precisaríamos un aguacero impenitente que arramblara con las miserias propias y los miserables que nos atormentan; chuzos de punta para asaetear a los pobres de espíritu, a tanto mediocre con licencia para avasallar; diluvios que nos barriesen los vacíos abisales del alma y presagiaran un rayo de luz tenue y perezosa en la amanecida. Los milagros, por desgracia, solo suceden en los insondables territorios de la poesía. Pero contamos, por suerte, con Pablo Guerrero —tierno, tímido, sentimental— para oficiar el efímero espejismo de la belleza.

Zancada larga, americana crema y camisa de seda india para su recital entre amigos en el Círculo de Bellas Artes. El espigado Guerrero es ese trovador necesario que, a sus 65 primaveras, aún no logra reprimir pequeños saltitos entusiastas sobre las punteras; evocaciones de aquel niño travieso que se escondía por los viñedos de su Esparragosa natal y jugaba a que las uvas se le deshicieran en los labios. Un cantautor poeta que recita cual Leonard Cohen alquitranado y entona con el timbre de las ensoñaciones. Porque “los sueños eligen las miradas y en el futuro van a ser verdades”.

Se cumplían cuarenta años de A cántaros y anoche comprobamos, con el respaldo cómplice de Ismael Serrano y Olga Román, que no es solo himno, sino revulsivo. Y quintaesencia de ese universo interior, tan reconcentrado y pasional, que la fotografía de Enrique Cidoncha describe mejor que cualquier montaña de adjetivos. Antes hubo tiempo de escuchar otras piezas hermosas (Tu voz, tu sentimiento, la inédita Serenata para Lola); el talento entrelazado de Luis Mendo y Nacho Sáenz de Tejada, guitarritas sutiles e ingeniosos, y recitados en abundancia. Que llueva, Pablo, que llueva. Buena falta nos hace.

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